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La palabra tiene poder

Hablar con respeto como acto político y humano

Las palabras son vehículos de comunicación e hilos invisibles que entretejen la vida colectiva. Nombrar es reconocer; y aceptar al otro en su dignidad y diferencia, el primer paso hacia la convivencia. En ese sentido, el poder de las buenas palabras no reside únicamente en su tono amable, también en su capacidad de sostener los lazos que nos permiten vivir juntos sin devorarnos. Las palabras pueden excluir o incluir, herir o sanar, quebrar puentes o tenderlos. Por eso, toda sociedad que aspire a una cultura democrática necesita cultivar una ética del lenguaje.

La iniciativa "El Poder de las Buenas Palabras", impulsada por el Ministerio de Cultura, acierta al recordarnos que el lenguaje dista de la neutralidad: constituye una herramienta de construcción social. En un tiempo en el que el discurso del odio repta en las redes, medios digitales y espacios públicos cual ofidio ponzoñoso, rescatar la palabra como acto responsable es un gesto de profunda humanidad. Hablar bien, no en el sentido de la gramática sino del respeto, constituye una praxis de vida; una manera de resistir el cinismo, el insulto fácil, la polarización vacía.

El tejido social se fortalece con gestos cotidianos como un saludo que acerca, una crítica que no humilla, una conversación que escucha. Las buenas palabras son valientes; ingenuas, nunca. Apuestan por lo común en un mundo que glorifica lo individual. Revalidar su poder significa, en el fondo, aceptar el lenguaje como hogar, camino y abrigo.

Cuidar las palabras protege los vínculos. Porque no hay futuro compartido sin un lenguaje que lo imagine, lo proponga y lo sostenga. Y no hay ciudadanía plena sin palabras que dignifiquen tanto al que habla como al que escucha.


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Aníbal de Castro carga con décadas de periodismo en la radio, televisión y prensa escrita. Toma una pausa en la diplomacia y vuelve a su profesión original en DL.