La perversidad del "dao"
Clientelismo político, el enemigo silencioso del mérito y la productividad
El "dao", rémora del populismo, camina a volverse endémico en el país, impulsado por políticas que regalan el pescado pero no enseñan a pescar. Impera una idea equivocada del Estado. Como niveladora de desigualdades y apoyo a los más vulnerables, a la acción pública compete una función diferente a la de Robin Hood.
El fenómeno del dao y otras instancias clientelistas representan un serio obstáculo para el desarrollo de una sociedad basada en el mérito, la productividad y la equidad real. Lejos de fomentar la autosuficiencia y oportunidades sostenibles, perpetúan una cultura de dependencia.
Estas prácticas, que la oposición comparte, transforman la asistencia social en una herramienta de control político más que en una estrategia genuina para reducir la pobreza y fomentar la movilidad social. Programas como el barrilito, la brisita navideña o los distintos bonos gubernamentales, aunque en lo inmediato alivian algunas carencias, en el largo plazo refuerzan una mentalidad asistencialista que desincentiva el esfuerzo individual y la inversión en capital humano.
Como ente rector del desarrollo, el Estado debe asumir una función más estratégica, invirtiendo en educación de calidad, capacitación técnica, infraestructura productiva y acceso a financiamiento para emprendedores. Solo de esta manera se puede garantizar que las ayudas públicas trasciendan el simple mecanismo de supervivencia y muten en palanca para la movilidad social.
Cuando los recursos del erario se destinan a la dádiva y no a la inversión en capacidades, se erosiona la cultura del trabajo y se institucionaliza la pobreza. Un modelo económico basado en la dependencia del Estado es insostenible y termina limitando el crecimiento del país. La verdadera justicia social no radica en repartir migajas, sino en generar oportunidades reales de progreso para todos.