El Maduro derrotado
La verdad que el CNE de Venezuela no puede esconder
Salvo para un puñado de países autocráticos e izquierdistas enfebrecidos, las elecciones en Venezuela no han concluido. Las cifras anunciadas por el Consejo Nacional Electoral (CNE) son un burdo invento que ni a bobos engaña. Los gobiernos democráticos más afines al régimen chavista han coincidido con la oposición en una exigencia clave: la publicación de todas las actas electorales.
Como el CNE se dio un tiro en el pie con la proclamación de Nicolás Maduro sin cumplir con la norma legal, ha quedado atrapada en su red de falsías. Porque la oposición sí tiene las actas y muestran que al oficialismo le dieron una tunda.
Falto de salidas, el cachorro de dictador acude a su viejo truco del Tribunal Supremo. No hay originalidad en la movida porque ya la hizo cuando perdió el control del Poder Legislativo en las elecciones parlamentarias del 2015. Esa corte es el mejor ejemplo de la corrupción de las instituciones protagonizada por los pésimos herederos de Hugo Chávez. Tampoco corresponde a esa instancia judicial decidir sobre resultados electorales.
Colombia, México y Brasil proponen una solución negociada, posición a la que se ha adherido el papa. Implícitamente, las negociaciones son un reconocimiento de que Maduro perdió las elecciones y de que, dado lo esperpéntico de la decisión del CNE, hay que ver cómo se les permite a los chavistas lavarse la cara sucia por el pucherazo y veinticinco años de desastres, sangre y luto.
Se negocia cuando algo hay que ceder. En el caso, la presidencia a la oposición y garantías para que Maduro y su cohorte de mansos y cimarrones estén a salvo de lo procedente: la aplicación de la ley con el máximo de severidad.
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