Víctor Cabral Amiama: La mirada de un pionero del turismo
Durante su gestión, el turismo comenzó a consolidarse como uno de los pilares económicos del país, generando ingresos de 168 millones de dólares en el año 1980

Víctor Cabral Amiama fue el primer secretario de Estado de Turismo de la República Dominicana, cargo que ocupó entre 1978 y 1981.
Durante su gestión, el turismo comenzó a consolidarse como uno de los pilares económicos del país, generando ingresos de 168 millones de dólares en 1980, lo que lo convirtió en la tercera fuente de divisas, después de los minerales y el azúcar.
En diciembre de 1981, presentó su renuncia al cargo.
Más allá del sector público, Cabral Amiama ya había desarrollado una destacada carrera en el ámbito privado en Latinoamérica y el Caribe, como presidente de Casa de Campo e internacionales como Sheraton, Radisson y Camino Real, además de director adjunto del Fondo Nacional de Fomento al Turismo (Fonatur) en México.
Otra de sus importantes posiciones fue la de vicepresidente ejecutivo y director general de operaciones para Sheraton en toda Latinoamérica y el Caribe.
En 2021 publicó el libro Historia de una infamia. Los Hazoury, la Justicia y yo, donde narra su experiencia legal relacionada con su paso como presidente por Cap Cana. Conversamos con él sobre el presente y el futuro del turismo dominicano.
-¿Cuáles han sido, en su opinión, los mayores cambios en el turismo dominicano desde su paso por el ministerio?
Cuando asumimos el cargo, entre 1978 y 1981, el turismo apenas estaba empezando a verse como una industria con potencial. Puerto Plata era el primer gran proyecto, y desde el Estado trabajamos junto a organismos internacionales para diseñar planes maestros que impulsaran ese desarrollo.
Hoy el panorama es completamente distinto: tenemos una infraestructura turística moderna, una oferta mucho más variada y una posición muy fuerte a nivel internacional. El turismo dejó de ser una apuesta para convertirse en parte central de nuestra economía.
-¿Cómo ve la capacidad de la República Dominicana para competir en el mercado turístico del Caribe?
No solo competimos, lideramos. Hemos demostrado que podemos atraer más visitantes que destinos con más trayectoria. Nuestra fuerza está en la diversidad de paisajes, en la calidez de la gente y en una industria que ha sabido modernizarse. Pero ese liderazgo hay que trabajarlo cada día. No se puede dar por sentado.
Hay que seguir invirtiendo, formando personal y cuidando nuestra imagen internacional. Creo de suma importancia que se actualice el Plan Maestro de Turismo y sus prioridades, principalmente en lo que se refiere al sector público.
He podido comprobar que el respeto a planes de desarrollo turístico y no desviarse de los mismos son parte fundamental del éxito del sector.
-¿Cree que el Estado debe concentrarse en los destinos ya desarrollados o enfocarse en grandes proyectos nuevos?
Creo que hay que hacer las cosas en orden.
No podemos descuidar lo que ya tenemos ni lo que está a medio hacer. Antes de lanzarnos con todo a proyectos de largo plazo -como Pedernales o Punta Bergantín-, sería más sensato reforzar lo que ya funciona, como Bávaro-Punta Cana, y terminar de consolidar destinos con buena base, como Samaná.
Samaná, en particular, tiene potencial para convertirse en un eje clave del turismo en el norte. Si se completa ese corredor turístico desde Montecristi hasta Miches, con Samaná como centro, podríamos lograr un desarrollo más equilibrado.
Lo primero es terminar lo empezado, hacerlo bien, y luego embarcarse en proyectos más grandes con una visión de largo plazo.
-¿Qué falta todavía para que el turismo dominicano crezca con más solidez?
Varias cosas. Primero, cuidar el medio ambiente. No podemos seguir creciendo a costa de nuestros recursos naturales. Segundo, ordenar el territorio en las zonas turísticas para evitar el caos urbanístico y respetar un Master Plan actualizado. Tercero, mejorar la formación del personal en todos los niveles. Y cuarto, diversificar.
No podemos depender siempre del sol y la playa. Tenemos mucho potencial en turismo cultural, de salud, de naturaleza y de congresos.
-¿Cuáles son los riesgos que podrían afectar al turismo y cómo enfrentarlos?
El mayor peligro es conformarse, pensar que ya lo logramos. También hay amenazas externas como el cambio climático, las pandemias o la inestabilidad regional. Internamente, me preocupan la corrupción, la prostitución, la improvisación y la presión inmobiliaria sobre zonas frágiles.
La única forma de proteger el turismo es con planificación, cumplimiento de la ley y una política de Estado que vaya más allá de los gobiernos de turno.
-¿Una reflexión final?
Ser parte del inicio institucional del turismo dominicano es algo que siempre llevaré con orgullo. Desde entonces hemos avanzado muchísimo, y eso hay que celebrarlo. Pero el turismo es una industria viva: cambia, evoluciona, y nos exige estar siempre atentos.
Si algo aprendimos en aquellos primeros años fue que el turismo bien manejado no solo trae divisas. También transforma comunidades, crea empleos dignos y proyecta la mejor imagen del país.
Esa debería seguir siendo nuestra brújula. No hay que olvidar que el turista es un visitante distinguido y que, en consecuencia, hay que desarrollar el turismo organizadamente y ser nuestra mejor cara hacia el turista.