Julio Brache
Julio Brache, cuyo fallecimiento tuvimos que lamentar recientemente, pudo haber escrito un manual verídico respecto de la creación prácticamente desde la nada de una empresa que ha llegado a ser un icono de la economía nacional
Sobre cómo desarrollar una empresa y tener éxito en los negocios se ha escrito una enorme cantidad de artículos y libros, en los que cada autor ofrece sus consejos acerca de los pasos que los emprendedores incipientes deben dar a fin de alcanzar ese objetivo. Algunos recomiendan caminos derivados de sus propias experiencias, mientras otros sugieren rutas menos convencionales, cayendo a veces en lo que lucen ser propuestas fantasiosas.
Julio Brache, cuyo fallecimiento tuvimos que lamentar recientemente, pudo haber escrito un manual verídico respecto de la creación prácticamente desde la nada de una empresa que ha llegado a ser un icono de la economía nacional, conocida y apreciada por toda la población. Sus productos están presentes en cada hogar dominicano, valorados por su calidad, y convertidos en parte integral de sus hábitos de consumo.
En esa narrativa encontraríamos dos componentes básicos del triunfo de la compañía a la que la población usualmente se refiere como la Leche Rica. Son ellos esfuerzo y tenacidad. Costó mucho trabajo a Julio Brache y su entorno familiar, incluyendo a su laboriosa esposa, superar los desafíos y limitaciones logísticas, técnicas y económicas inherentes a esa clase de proyectos, sobre todo en un medio como el nuestro, donde aparecen obstáculos a cada momento y por cualquier lado del trayecto. Las dificultades, sin embargo, no consiguieron doblegar el ánimo de la familia, pudiendo ésta ir haciendo realidad y consolidando lo que inicialmente sólo parecía ser un sueño.
Pero aparte de esos dos atributos, Julio Brache, médico de profesión, se distinguió por su vocación humanitaria, manifestada reiteradamente en la forma en que trataba a los demás, en su participación personal en causas nobles, y en su apoyo a las iniciativas comunitarias. Para él, nadie era demasiado pequeño o insignificante como para no merecer su atención, consideración y respeto.
No hay duda de que ese rasgo humanitario complementó y exaltó la sencillez de su carácter y su gran disciplina de trabajo.
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