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Fue un domingo inolvidable

Las finales de la Eurocopa y la Copa América capturaron la atención global, ofreciendo emociones intensas y juegos memorables

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Fue un domingo inolvidable
Argentina ganó la Copa América, sumando su decimosexto título con un juego adaptativo y emotivo, especialmente tras la lesión de Messi. (FUENTE EXTERNA)

Las finales de la Eurocopa y la Copa América provocaron emociones que se hicieron sentir en todos los rincones del mundo. La atención que acaparó ambas definiciones se apoderó incluso de la agenda deportiva de países de no mucha tradición futbolera como el nuestro. Fueron dos encuentros que en el terreno cumplieron con las expectativas que se generaron en la previa, intensidad de juego, ocasiones, nervios, lágrimas, drama, aliento, gritos, goles, abrazos, pasión.

En Europa no solo salió campeón España, se coronó también el buen fútbol, ese que propone, que construye, que sabe ir hacia adelante tratando bien a la pelota, buscando el resultado por propia obra dependiendo lo menos posible del azar. Una selección que a pocos convencía, que vivió un cambio de proceso con un entrenador excelente, pero de perfil bajo, sin jugadores referentes claros para el consumidor promedio, pero que fue acallando una a una las voces de quienes de ella dudaron. ¿Y de qué manera? Invicta, derrotando a cuatro campeones del mundo y sumando su cuarta copa, convirtiéndose así en la más ganadora de todas.

Me dio mucha alegría ver festejar a esta España unida, plural, diversa y multicultural, donde Carvajal se abraza con Lamine, Oyarzabal con Nico, donde el grupo completo manteaba a Luis De la Fuente, y los momentos de felicidad y amor prevalecieron sobre aquellos otros que no vale la pena siquiera mencionar.

La Copa América la conquistó de nuevo Argentina, su decimosexta, haciendo más grande el legado de un grupo de jugadores que tiene como principal virtud esa capacidad impresionante de sacar resultados adaptando el juego a la circunstancia que amerite el momento. En este último capítulo, Messi se lesiona y abandona el partido entre lágrimas, un llanto que fue motivación pura para sus compañeros: Di María corrió como si tuviera veinte años, De Paul como si su cuerpo llevara cuatro pulmones. Colombia intentó, aguantó, pero no le alcanzó; llevó el partido a tiempo extra, a ese terreno donde la selección de Scaloni si no te gana con fútbol te lo gana con empuje, amor propio y una mentalidad que hace que sucedan cosas como el gol de Lautaro Martínez al minuto ciento doce.

Lamentables y vergonzosos los hechos acontecidos en las entradas del estadio que retrasaron el comienzo de la final, pero también el mal estado de los terrenos de juego durante todo el torneo, la falta de coordinación en cuestiones logísticas y seguridad tanto para público, como para las delegaciones y sus familiares; los organizadores reprobaron con las peores calificaciones posibles en estos sentidos.

De todas maneras, prefiero cerrar, si me permiten con Messi, Di María y Otamendi levantando la copa, porque de algún modo la historia de esos tres mereció siempre este final feliz en un domingo inolvidable.

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Apasionado del fútbol en todas sus facetas.