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Aymara Nieto
Aymara Nieto

VIDEO | "Es muy duro lo que está pasando cada cubano y más en prisión... Seguiré luchando desde aquí"

La activista cubana Aymara Nieto fue liberada tras siete años como presa política y enviada a República Dominicana donde busca reconstruir su vida

 "Es muy duro lo que está pasando cada cubano y más en la prisión. Ha sido muy duro, te mandan reclusos a veces para que te hagan cosas, para que te sigan encauzando más, para que te compliques más. Yo viví mucho maltrato psicológico", recuerda Aymara Nieto, activista del movimiento Damas de Blanco, quien finalmente respira libertad después de siete años como presa política.

Hace apenas cinco días, Aymara llegó a República Dominicana en busca de asilo político, dejando atrás años de encierro y maltratos por marchar pacíficamente en defensa de los derechos de su pueblo.

Durante una entrevista con Diario Libre, relató cómo enfrenta la adaptación a un país nuevo, ante un mundo que solo conocía a través de una pequeña rejilla, así como la reconstrucción de su vida familiar, mientras mantiene firme su lucha pacífica por Cuba.

¿Qué se necesita para que haya un cambio en Cuba?

Desde República Dominicana, observa con inquietud la evolución de su país y mantiene firme su compromiso con la lucha pacífica por la libertad y los derechos humanos en Cuba."Yo nunca voy a dejar mi lucha. Voy a seguir luchando hasta que vea mi Cuba libre desde aquí, pacíficamente, haciendo todo lo que pueda para ayudar", afirmó con convicción.Para Nieto, la situación en Cuba refleja un profundo desgaste social. Según su experiencia, el egoísmo ha empezado a imponerse entre la población, que lucha principalmente por sobrevivir en medio de la escasez y la represión, dejando de lado el bienestar colectivo."Si luchamos juntos por el prójimo y buscamos el bien común, podremos alcanzar la lucha que queremos", reflexionó, destacando la importancia de la solidaridad y la unidad como herramientas de resistencia frente a un régimen que limita las libertades básicas.

Sobre la posibilidad de que Cuba se convierta en un país democrático, Aymara reconoce que, a pesar de años de observar la situación, el cambio aún parece lejano.

 "Pienso que sí habrá cambios, pero tiene que ocurrir un estallido social grande, porque los cubanos están muy afligidos", señaló. 

Tras su condena en 2018 por "atentado" y "daños a la propiedad", Aymara enfrentó condiciones extremas: alimentación mínima, escasos recursos de higiene y aislamiento total en celdas donde no podía interactuar con otras reclusas.

Su esposo trató de ayudarla enviando alimentos y recursos, pero estos eran confiscados y él sufrió represalias. La separación de sus tres hijas, dos de ellas menores, fue uno de los momentos más dolorosos de su vida.

"Ellos quisieron que yo en la prisión la pasara de lo peor. En aquel entonces no entendía y aún no lo entiendo porque era mi país, ¿por pensar diferente tú me vas a obligar a irme de mi país? Siempre me negué y me decían te vas a pudrir en la cárcel si no te vas", expresó con la voz entrecortada.

Mientras cumplía su pena, fue procesada nuevamente por presuntamente liderar un motín en la cárcel de mujeres de El Guatao, recibiendo cinco años y cuatro meses adicionales.

Durante la pandemia de COVID-19, su aislamiento se intensificó.  La desinformación y el miedo impuesto por las autoridades agravaron su situación, sin que ella supiera que se trataba de una crisis sanitaria global.

"Al principio del covid, me dio mucho miedo. Estaba en una celda aislada, no veía a nadie, y decían: murieron 40, murieron 60. No tenía televisión ni periódico, y temía por mi familia", narró. 

Ese miedo la llevó a refugiarse en la fe. "Lo único que me quedó fue arrodillarme y rogarle a Dios que todo lo que pudiera pasarle a mi familia me pasara a mí. Fue un momento muy triste", añadió al pensar que nunca lograría salir.

Con la mirada llena de lágrimas, "le decía siempre a Dios que mirara mi corazón, que yo no estaba equivocada, que ningún mal había hecho para recibir tanto maltrato psicológico y tortura", resaltó con firmeza mientras pensaba en que: "Solo quiero el bien para los demás, una Cuba libre y la libertad de los presos políticos". 

Relató que en las calles de Cuba la realidad cotidiana es particularmente dura. Los hombres reciben una sola comida al día y deben trabajar en condiciones extremas, muchas veces cayendo exhaustos y muriendo de hambre. La situación en prisión, es un reflejo extremo de las dificultades que enfrentan a diario.

Inicios de su lucha

El involucramiento de Aymara en la lucha por los derechos humanos surgió a raíz de la situación política en Cuba, donde el gobierno no escucha las demandas ciudadanas.

La pérdida de la casa de su madre la llevó a cuestionar la manera en que se ejercía el poder, y fue entonces cuando una amiga la invitó a conocer el trabajo de la Unión Patriótica de Cuba (UNPACU). Se integró al movimiento, iniciando oficialmente como miembro el 10 de agosto de 2015.

Desde entonces, junto a sus compañeros, entregaba discos compatos con información sobre derechos humanos y la situación del país, en un momento en que el acceso a internet era limitado.

El 14 de febrero de 2016 ingresó a las Damas de Blanco, impulsada por las constantes detenciones de su esposo, Ismael Boris, también perseguido por el régimen. "Decidí unirme a las Damas de Blanco para exigir la libertad de los presos políticos y denunciar las injusticias que se cometían en Cuba", declaró.

Arrestos y persecuciones

El 11 de julio de 2016, Aymara fue arrestada por primera vez mientras entregaba documentos de manera pacífica, acusada de "desorden público" y otros cargos fabricados, por lo que permaneció recluida durante un año.

Durante ese tiempo, enfrentó maltrato psicológico, aislamiento y vigilancia constante, condiciones que marcaron el inicio de su experiencia como presa política en Cuba. Posteriormente, enfrentó a detenciones recurrentes y castigos cada vez que alzaba la voz.

"Salía de mi casa con carteles, alzando mi voz, y allí estaban los medios represivos y la seguridad del Estado, conocidos como las ´Marianas´, que en ocasiones nos golpeaban", narró al hablar sobre las persecuciones.

La situación se agravó con un registro domiciliario el 28 de abril de 2018, que derivó en la detención de su esposo y otros activistas, dejándola sola con sus hijas. Aun así, continuó hasta ser apresada y condenada a cuatro años de prisión, que se extendieron hasta el 11 de agosto de este año, cuando fue obligada a abandonar Cuba y trasladada a República Dominicana.

Agradece a los dominicanos

"Quiero agradecer a los dominicanos. Me gusta su cultura, porque lo principal es que creen en Dios, y nosotros también creemos en Dios. Siento que Dios me puso en este lugar. Me ha gustado lo que he visto hasta ahora, me siento bien", señaló con optimismo, decidida a asumir la nueva vida que se le abre.

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Egresada de la Universidad Católica Santo Domingo. Apasionada por el periodismo humano, con experiencia destacada en temas políticos, culturales y de moda.