El legado cocolo: un nacimiento con prejuicios que hoy es emblema cultural dominicano
Una historia de migración y riqueza cultural en RD

Se les llama “cocolos” casi por costumbre, pero detrás de ese apodo que identifica a los petromacorisanos se esconde una historia de migración, prejuicio y orgullo cultural.
El término “cocolo”, que hoy evoca ritmos, tradiciones y un legado vibrante en la cultura dominicana, nació envuelto en prejuicios y malentendidos. Su origen se remonta a principios del siglo XX, cuando a los inmigrantes afroantillanos que llegaban desde islas británicas como Tórtola, en Puerto Rico se les llamaba despectivamente “tórtolos”.
Esta palabra, cargada de desprecio, cruzó el canal y se instaló en la República Dominicana, donde no solo conservó su tono discriminatorio, sino que se deformó fonéticamente hasta convertirse en “cocolo”.
Según se documenta en el libro Aporte de los cocolos a la identidad nacional dominicana, obra de la autoría del Ministerio de Relaciones Exteriores (Mirex), puesta en circulación en junio de este año, con escritos de especialistas en el tema, en los periódicos dominicanos de la época, estos trabajadores eran retratados con desprecio, incluso comparados con “plagas de langostas negras”. Hoy día el calificativo ha perdido esa connotación.
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Aportes culturales y sociales
Desde que pusieron pie en suelo dominicano, los cocolos no trajeron solo sus manos listas para el trabajo en los ingenios azucareros: trajeron instituciones, ideas y costumbres que enriquecerían para siempre la vida social y cultural de San Pedro de Macorís.
Tal como se detalla en Aporte de los cocolos a la identidad nacional dominicana, en un país abrumadoramente católico, y en una época en la que el protestantismo apenas contaba con adeptos, los cocolos se vieron en la necesidad de fundar sus propios centros religiosos.
Todas las instituciones religiosas que fundaron respondían a la fe cristiana protestante, reflejo de su cosmovisión espiritual, marcada por la influencia británica y estadounidense.
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Entre las iglesias fundadas destacan: Iglesia Episcopal Dominicana (1927), La Fe Apostólica (1930), la Iglesia Moraviana (1907) y la Iglesia Africana Metodista Episcopal (1912).
En lo deportivo, su pasión era el críquet, un deporte de origen inglés, prácticamente desconocido para la mayoría de los dominicanos. En San Pedro de Macorís se jugaba en todos los ingenios azucareros tras la zafra. Con el paso del tiempo, fue desplazado por el béisbol, deporte con el que guarda similitudes y que terminó por coronarse como el favorito del pueblo.
De acuerdo con Julio César Mota Acosta, la extendida práctica del críquet entre los cocolos podría explicar por qué San Pedro de Macorís es hoy la mayor cantera de peloteros dominicanos en Grandes Ligas. Algunos de los más destacados: Alfredo Griffin, Ricardo Carty, Julio César Franco, Ricardo Joseph y Sammy Sosa.
También destacaron en los juegos de entretenimiento. El juego de damas, conocido como “tablero”, era su favorito, junto con las tradicionales canicas o bolitas de cristal.
Música, danza y gastronomía
La música cocola y sus danzas son profundamente africanas. Los movimientos, los tambores, las historias que cuentan sus bailes, todo está impregnado de esa herencia vibrante y ancestral.
Como indica el libro Aporte de los cocolos a la identidad nacional dominicana, entre las danzas más representativas están:
- El Seroná, con su característico y lascivo movimiento de pelvis.
- El Momise, el más conocido, llamado “Guloya”.
- El baile de los indios, donde ya participaban dominicanos.
- El baile del buey y el de los zancos, hoy extintos.
Cada baile no solo busca entretener, sino también dejar un mensaje social o religioso al espectador. Es danza-teatro en su forma más genuina.
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En la cocina: sabor con identidad
La cocina cocola también tiene su sello. Se basa en dos pilares: la harina y el pescado. A eso se suman ingredientes como molondrón, yautía blanca y coco, con la bija como aderezo esencial.
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Los detalles gastronómicos que aparecen en Aporte de los cocolos a la identidad nacional dominicana revelan platos emblemáticos como:
- Johnny Cake (yaniqueque): hecho con harina de trigo, mantequilla, sal, aceite y huevo.
- Domplín: harina de trigo o maíz con leche, sal y huevo, cocido y servido con salsa de pescado.
- Funyí (fish-corn-mill): harina de maíz con molondrones, acompañada de pescado guisado con coco.
- Ralalú: sancocho de origen africano, con caldo verde por la presencia de molondrones y hojas de yautía.