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La huella que deja el agua en la producción va en aumento

Un bien cada vez más escaso será más demandado para atender el crecimiento mundial de la población

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La huella que deja el agua en la producción va en aumento
El agua es el elemento silente detrás de buena parte de los bienes de consumo masivo (MARVIN DEL CID)

En San Juan se siembran prácticamente todas las habichuelas que se consumen en el país. Manuel Matos, un productor de la zona, lamenta que el desperdicio de agua no les permita a los agricultores cosechar mucho más.

El agua es el elemento silente detrás de buena parte de los bienes de consumo masivo, a través de procesos agrícolas e industriales que mejoran la vida diaria de las personas.

Cada año la siembra de habichuelas en el sur del país se lleva unos 50 millones de metros cúbicos de agua que llega desde la presa de Sabaneta, con una capacidad de 60 millones de metros cúbicos.

“Estamos botando el 60 % del agua debido al método de riego que usamos”, relata el productor de habichuelas.

Los sistemas para regar resultan anticuados, al basarse en las inundaciones de los terrenos cultivables. Esto hace que se desperdicie el agua. Matos dice que, en lugar de este método deberían crearse riegos presurizados, que son mucho más eficientes

“Podríamos hacer dos siembras al año, pero solo podemos hacer una”, indica el agricultor.

La huella del agua en los alimentos

La historia de las habichuelas de San Juan revela el impacto que tiene la industrialización sobre los recursos hídricos, un efecto que suele pasar desapercibido, así como la lucha tras bastidores para lograr producir más alimentos con un bien que poco a poco se vuelve más escaso.

Detrás de una taza de café hay mucha más agua de la que cabe en esa vasija. El proceso productivo completo, desde la siembra hasta que el producto llega a los hogares, demanda el uso de unos 140 litros de agua.

Igual sucede con el tomate: para producir una libra se utilizaron antes 405 litros de agua, mientras que para que un litro de leche llegue a nuestras mesas se usaron unos 1,000 litros durante todo su proceso productivo.

Esas son algunas de las caras de una actividad que resulta altamente demandante del recurso hídrico.

La agricultura se lleva mucho

En República Dominicana, como en todo el mundo, las actividades agropecuarias se llevan la mayor parte extraida para la producción. El año pasado un 59.4 % del agua que se extrajo para el uso productivo se utilizó en la agricultura, de acuerdo a los datos que presentó el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo durante el 8° Foro Mundial del Agua en 2019.

Mientras tanto, las industrias utilizaban un 5.4 % del agua que se extrajo para actividades productivas.

Y la proyección es que la intensidad del uso del líquido siga en aumento en el futuro. Al menos eso es lo que calculan los organismos internacionales.

La Unesco advirtió acerca de la intensificación de la producción agrícola en su reporte “Agua y Cambio Climático” en el que destaca la incidencia de las actividades primarias en la demanda del recurso hídrico. Se trata del riego y del almacenamiento de aguas para la ganadería y la acuicultura, una situación que ha afectado las cuencas de los ríos.

La paradoja del cambio climático

Hay un aumento poblacional generalizado que es el factor de más impacto en el incremento de la demanda de alimentos y, por lo tanto, de los recursos hídricos que se destinan a la producción primaria

El Banco Mundial calcula que para el año 2050 la producción en el campo tendrá que aumentar en un 70 % para atender no solo el crecimiento de la población mundial, sino también el aumento de los ingresos de las personas, que cada vez pueden comprar más alimentos.

“Como consecuencia del aumento de los ingresos en gran parte del mundo en desarrollo, se producirá un incremento en el consumo de calorías y de alimentos más complejos”, dijo el multilateral en el reporte “El agua en la agricultura”.

En ese informe, el multilateral destaca la paradoja que surge entre salvar el agua, como un elemento fundamental para reducir el daño climático, y la necesidad de utilizar agua de una forma mucho más intensiva para poder atender el desafío de aumentar progresivamente la producción sostenible de alimentos por parte del sector agrícola y pecuario.

La Unesco, por su parte, estimó que la huella hídrica —la cantidad de agua necesaria para producir un bien— de la ganadería ahora no solo implica el pastoreo de las reses, sino también sistemas de riego y de enfriamento para que los animales vivos estén más frescos en un planeta que se calienta cada vez más por el cambio climático.

“Las estimaciones de crecimiento de la producción de carne hasta 2030 son notables: se prevé un aumento del 77 % en la carne de vacuno, cerdo, aves de corral y ovejas, para los países en desarrollo y un aumento del 23 % en los niveles para los países desarrollados con respecto a los que se tuvieron entre 2015 y 2017”, dice el informe de la Unesco.

La producción agropecuaria no es el único factor que demanda agua. La industria en general e, incluso, la generación eléctrica demandan el uso del recurso hídrico, algo que también se espera que aumente a lo largo de los próximos años.

En este caso, la Unesco proyecta que la demanda mundial de agua por parte de la industria y la energía aumentará en 24 % para el año 2050.

El sector industrial también busca formas de lidiar con la mayor demanda de productos y menor disponibilidad de agua. El Ministerio de Industria y Comercio y Mipymes estima que un 42 % de las industrias producen alimentos y bebidas, otro 17 % pertenecen al sector gráfico, mientras que 15 % son del sector químico.

Los datos del gobierno revelan que el uso del agua no es solo una demanda creciente, sino también una vía para el crecimiento del sector productivo. Se estima que cada metro cúbico de agua utilizado por las industrias se generan unos 25 dólares.

“El agua apoya el crecimiento económico en todos los sectores de América Latina y el Caribe”, recuerda el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo en su reporte “Contexto actual del agua en República Dominicana”.

Mientras tanto, en San Juan, Matos espera que el simple cambio en la forma de regar los cultivos lleve esa reactivación económica a una zona cada vez más empobrecida.

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